Cecilio Navarro

Cazador de hadas.

Llegó a mi incipiente entendimiento

posándome a mi vera,

rozando  mis mejillas de lactante,

dejándome en su vuelo la quimera

del germen entusiasta por la vida:

el germen del amor; pasión por la belleza. 

 

Crecí con ese ensueño

mas ya jamás volví a tenerla cerca.

Anduve  por caminos pedregosos

cruzando la amargura y la miseria;

hurgué  por los confines opulentos

que crean y conducen la riqueza…

Mas ella ya no estaba en mi camino,

camino equivocado de una meta

buscada,  e implorada con constancia,

con garras, e insistencia.  

 

La vi en la sonrisa de una niña,

corrí veloz en pos de Ella;

la vi en la abertura de una rosa,

posada, silenciosa, quieta.

La vi sobre la espuma de una ola

citándome a su encuentro…

Ocurre siempre igual, la misma historia;

allí cambia de sitio, de sonrisa,

de rosa, de una flor a otra, de boca,

¡Siempre volando! ¡Siempre escurridiza!

¡Siempre huyendo, de mi presencia! 

 

Ahora, cuando el sol se acerca

al fin de su trayecto.

Ahora,  cuando nada espero;

ahora, cuando ya no voy tras ella,

ahora, cuando  no la necesito

y vivo en paz conmigo mismo, llega;

se posa suavemente sobre el hombro

y en silencio me observa,

cargada de quietud, de paz, de calma,

y ve la aceptación de mi existencia,

también la cara alegre

del niño aquel, que aún la espera.

 

Quizá  es compasión lo que la mueve;

quizá  por la ilusión de una experiencia;

quizá  por  un ensueño inexistente,

quizá quiere premiar mi persistencia,

el caso es que de pronto,

feliz revolotea y se me acerca

y anclándose en mi boca, al fin, me besa.   

 

Cecinape   13/01/2017