Max Hernandez

Gracias a la vida... TEMA SEMANAL, CUARTEL

 

— ¿Tienes algo que agradecer en forma especial de la vida, poeta?

Preguntas casi sin mirarme, mientras intrigada y curiosa, revisas un viejo álbum de fotografías viejas. Miro como levantas una de ellas cualquiera, y con asombro e incredulidad, sonríes mientras reconoces mi presencia en situaciones diversas. Fotos, imágenes grabadas para siempre de nuestra historia personal, de nuestra existencia.

Mi mente es atacada por mil y una imágenes que se agolpan en la cabeza. Muchas cosas buenas, muchas alegrías, muchos triunfos y logros. Diversión a raudales, muchas fiestas. Pero también vienen las imágenes de tristeza, de pérdidas memorables, de sufrimiento extremo, llevando al límite la tolerancia del cuerpo y del alma. Tantas caídas, tantas veces te has visto arrastrar por el lodo, sintiendo que estás al límite, que ya no puedes mas... Y tantas otras te has levantado, sacando fuerzas de la flaqueza, y logrando salir victorioso y airoso como la vez primera.

Recuerdas tu infancia, inocente y tierna, que se desarrolló en la tranquila calma de tu magnífica sierra. Tu juventud en tierras lejanas, aprendiendo a valorar el verdadero significado de la palabra Patria. Tus primeros pasos sin la tutela de los padres, en dependencia propia de lo que puedas lograr por tus propias manos. La necesidad extrema, el hambre, el dolor, el amor, el desengaño, la guerra...

No hay gloria en la guerra, solo dolor y miseria. Así como tampoco nada se parece al agradecimiento sincero por devolver la salud a una persona, o sacarlos de las tinieblas. Y nada se compara al primer beso de la musa eterna, a la primera vez que te dicen papá, o cuando sean tus hijos quienes, cuando estando tú enfermo, a tu lado velan...

— Planeta tierra llamando al poeta... Puede bajar de su nube y dejar de soñar con la boca abierta?

Me dices risueña, mientras mueves tus manos delante de mi rostro, tratando de llamar mi atención de una y mil maneras...

Sonrío, siempre logras eso, siempre haces que sonría. Suspiro profundamente y, mientras tomo tus manos y tiernamente pero con firmeza te acerco hacia mí, te digo:

— Le agradezco a la vida por ser como es, no perfecta ni eterna, sino impredecible y efímera, bellamente pasajera...