moon.om

Barcos, piratas y sirenas

Nací a contracorriente y siempre supe de naufragios. Fui de charco en charco, luchadora, defendiendo las gotas que se quedaron en mi brazo izquierdo. Pero mi ilusión ya razona, me quisieron hacer bajar del barco. Mis esperanzas no emergieron, ni tan sólo la intensidad del idealismo que movía mis remos. Qué pena me dije, cuando sólo me quedaron las piernas selladas de cicatrices. Creí que nunca valdría la pena dejar de soñar con aguas plenas, con barcos, piratas y sirenas.

 

Me he encogido y he subido, evaporada y efervescente. Y al final, me fui nadando hacia el muelle. Al mismo muelle de partida. Para volver a empezar de una forma distinta. Agua dulce y salada. Agua turbia y clara. Nunca supe las coordenadas adecuadas que me direccionaban en un mar inmenso. Sólo salté en el trapecio y empecé a sumergir mi cuerpo. Mi alma en distintas direcciones, me hundí en el tedio, me cegué con el brillo que resplandece en las olas. Mi naturaleza ambigua. Estuvo bien sentarse en distintas sillas y ver cómo el barco se hundía. Pude ver el mismo mar en distintos barcos. Se fueron los faros y quedó todo a oscuras, dónde todo reluce por sus propias sombras. Hice el muerto y allí me quedé, esperando a que todo se calmara y yo pudiera volver a ver.

 

Y nadé, nadé y nadé. Para volverme a decir, qué pena, hacerse adulta y dejar de creer en sirenas. Pero siguen pasando barcos, y mis gritos quizás aún ilusorios siguen nadando a trazos. Pero en la ambigüedad todo converge, tuve que volver al mismo muelle, para entender este mapa complejo. Dónde el mar es la verdad de la inmensidad que rodea nuestros cuerpos, dónde hay que conocer todos los contrastes que se resplandecen en el agua, para ver lo mismo, para ver distintos cómos y saber que sólo somos nosotros en contacto con el todo. Pero todo a su tiempo. Todo va marcando la brújula del tiempo, cuerpo a cuerpo, silencio a silencio.