Hoy me inclino mujer y te confieso
que te adoro en silencio y con temores,
que este amor que ha nacido con fulgores
en tu pecho jamás le des acceso.
He pasado de insomnio largas horas
inventando la forma de explicarte,
que mi pecho suspira al contemplarte
y que siento tan tristes mis auroras.
Yo quisiera saber si me darías
esa gloria que busco en tus amores,
y llenarle las noches de colores
a quimeras que yacen tan sombrías.
Es mi pena feroz, inexplicable
al pensar que ignorarme tu podrías,
que a quererme jamás te atreverías
y me cubro de llanto inconsolable.
Yo tenía las puertas bien cerradas
a los sueños y tiernas ilusiones,
al mirarte surgieron emociones
cual tormentas de rayos impregnadas.
Mi pasión que nació tan de repente
es tan grande que puedo asegurarte,
que tu templo podría levantarte
para ser tu rendido penitente.
Autor: Aníbal Rodríguez.