la flaca

Humedades!!!

Lo que más le parecía erótico de ella era su voz, ¡sí!, tenía ese timbre sobrio y profundo que le resultaba casi elegante, era erótico escucharla dar su opinión de por qué prefería Argentina que Chile, ya él sabía la historia pero no importaba, verla ahí sentada con los invitados cacareando sobre aspectos sociales y económicos cual si fuera una experta le gustaba, sólo él sabía que sus viajes a ambos países no habían durado si acaso una semana cada uno.

 

Sostenía la taza de café y se sentaba de lado en el brazo del sillón con cierta prepotencia, todos los demás tomaban bebidas refrescantes con algún grado de alcohol, eran las dos de la tarde y el calor sofocaba pero ella tomaba café, eso la mantenía en ventaja. Lo volvía a ver cada cierto tiempo de reojo para comprobar que seguía ahí, a él la conversación en el fondo le parecía realmente aburrida, ¿qué le van a importar a un artista esas cosas?, ella lo sabía, se preguntaba por qué no se movía a otro sitio de la casa, él jugaba a adivinar el momento preciso en que ella voltearía a verlo, eran los cortos espacios donde encontraba sus ojos desde que la conoce ella esquiva la mirada de la gente,  el resto del tiempo no le hacía falta verla, sólo la escuchaba, habían momentos en los que pensaba que se escuchaba más inteligente de lo que verdaderamente era, pero también sabía que ese era precisamente su punto fuerte, podía engañar a cualquiera en cualquier cosa, peor aun cuando bajaba el tono.

 

La alharaca de las visitas se extendió más de lo que él tolera, siempre son los artistas los más sociables y siempre fue él más ameno que ella, pero cuando las visitas son financistas, economistas y filósofos el grupo se vuelve casi insufrible, ya no podía si quiera trazar una línea sin que no se fijara en la hora, el grupo había pasado a la sala principal y la mayoría daba  en sus cacareos inconexos claras muestras de ebriedad, ella hace un rato había cambiado el café y su timbre de vos había subido, cuando volvió a prestarle atención la conversación había tomado un giro meramente sexual, asunto un poco irritante para él pues de sobra sabe que ella no utiliza eufemismos mucho menos cuando se trata de sexo, más bien usa una naturalidad entre burda y delirante como ella misma describe la sexualidad,  ¡ah sí un centenar de erecciones había tenido con sólo de escucharla hablar de esa manera, habrían sido pocas!, así que se levanta y camina despacio por el pasillo, se detiene antes de entrar a la sala, el tipo ese se había sentado junto a ella y le presta atención como si de su boca regaran las palabras hasta su entrepierna y comenzaran a acariciarle la verga, ¡simplemente no lo soporta!, su vos es para él y sólo él, los artistas tienden a ser muy pasionales y las pasiones así como los ojos no son dignos de fiar, siempre interfieren entre ellos y se pierde perspectiva.

 

A punto de irrumpir en la sala a golpes contra el tipo, escuchó cuando explicaba por qué prefería a los hombres que a las mujeres, ¡se detuvo de golpe!, todo se resume a su espalda, una mujer nunca va a tener la espalda de un tipo, no es su falo ¿con cuantas cosas no se puede una penetrar?...

 

-¿Y no es lo mismo Lisa, la espalda de una mujer muy deportista o musculosa?.

 

No, por supuesto que no, el asunto no son los músculos, incluso un fifiriche de hombre tiene la espalda diferente a una mujer, cuando estás abajo y entrecruzas las piernas sobre su espalda te das cuenta.

 

-¿cómo sabes si no has estado con una mujer?

 

Yo nunca afirmé eso.

 

-en esa posición lo único que siento es su verga.

 

Entonces no sabes gozarte a un tipo completamente Nely, las mujeres no tienen esa rudeza corporal, hay que aprender a disfrutarla es filosa, punzante aun en su punto más suave, y demasiada simpleza en sus formas, sabes Nely el gusto por los hombres es un gusto adquirido, como por el café.

 

-¿qué estupidez decís?, si no sos lesbiana entonces naces con gusto por los hombres y sus vergas, punto.

 

Ay Nely sospecho que a vos te basta una verga, de esa manera te basta cualquier tipo  y está bien cada mujer es libre de escoger a quien se coge, pero hay ciertos tipos sabes que sólo de imaginártelos cerca, sin que te toquen, sin que te penetren, sin que estén desnudos, te mojan pero no es sólo una cuestión de ellos, ni de su espalda, ni de su falo erecto, o su simplicidad apabullante, ¡no!, es más bien de tu gusto, tu gusto adquirido que sabe identificarlos, ¡es como el arte!.

 

Y en la palabra arte él cae de cuentas en sí mismo, está contra la pared del pasillo agitado, masturbándose mientras la escucha y se imagina las veces que la ha tenido húmeda sobre él, una humedad descomunal que se extiende por el pecho, la pelvis, las piernas, se la imagina con otra mujer, con otro hombre, recuerda la vez que en plena reunión familiar ella le susurraba vulgaridades con su vos abismal mientras él dejaba ir su mano entre el vestido y efectivamente ella parecía que tuviera un pequeño río entre las piernas, recuerda la sensación única en su mano, nada que toque será tan cálido y húmedo, tan profundo; aunque haya estado incluso de cabeza en tantos ríos es hasta ahora que se descubre como uno de esos tipos de los que ella habla, ahora está tremendamente excitado y no la tiene consigo, no importa es lo mismo y entiende como un golpe de luz cada una de sus palabras.

 

Necesita correr hacia el baño pues es un bello desastre el que tiene en las manos, estando allí recuerda que a ella siempre se le dieron con facilidad las palabras y que incluso si fueran ciertas muy poco depende de él… la admiración por el arte depende del sujeto al que se expone y su gusto ¿adquirido?, sino solamente se es un cuadro, un cuadro que por muy exquisito nada provoca.