Pedro Ruiz Lopez

MI TIERRA

Yo nací en casa de adobe,

con los cimientos de piedra,

con sus maderos de pino,

y su techumbre de teja.

 

Por el frente un patio grande,

y al lado una magueyera,

dos palmas de doce metros,

y una puerta de madera.

 

En el patio había un caballo,

el que ensillaba mi padre,

dos perros y cien gallinas,

las que cuidaba mi madre.

 

Muy cerca de ahí vivían,

mis abuelos y mis tíos,

uno tenía noventa años,

y el otro cincuenta y siete,

los dos eran campesinos,

estimados por la gente.

 

El rancho era un poco grande,

y no tenía carretera,

solo tres caminos reales,

y una serie de veredas.

 

En mi rancho cruza un río,

y sobre el se halla una presa,

muy bravo en tiempo de lluvias,

y oasis en primavera.

 

 

La tierra nos daba todo,

semillas carne y belleza,

con sus colinas floridas,

un cielo azul y praderas.

 

El mundo ahí se encerraba,

en un hábitat tranquilo,

no existía la gente mala,

y que gusto da decirlo.

 

Se viajaba a la ciudad,

a la ciudad de Morelia,

que se veía tan bonita,

y dios estaba con ella.

 

Sus fuentes eran preciosas,

y sus calles empedradas,

de sus casas de cantera,

las iglesias se asomaban.

 

No existía smoke, ruido y falluca,

y muy poca delincuencia,

nada se sabía de guerras,

y de las grandes potencias.

 

Mi abuelo tenía su biblia,

constitución y revistas,

que leía en sus tiempos libres,

pues era persona lista.

 

Hoy no queremos leer,

escribir y madrugar,

ay que decir no a las drogas,

al alcohol y a lo inmoral.

 

Hay que crear un paraíso,

como lo fue tiempo atrás,

como mis sabios abuelos,

y este mundo vivirá.