Esteban Mario Couceyro

Romance de la Dama de los vientos y el Capitán

Con los años, comprendí que la Dama de los vientos, en fortuitas ocasiones acompaña a los marinos manifestándose en furiosas tormentas, esas que amedrentan a los hombres de mar. Pero cuando la brisa se apodera de las velas, de sus naves, los ojos se colman de esperanzados puertos e historias de amor.

Hombres rudos hechos de soles y sal del mar, saben de un universo fantástico rodeado del horizonte infinito y plano, con ese interminable ruido del oleaje, solo interrumpido por el graznido de las aves marinas avisando la proximidad de la costa.

Amanecer brumoso, con el mar dormido, muerto de aguas jade que dan temor al grumete, que despierta con jarros de café humeante. En sus ojos se nota la angustia de la calma chicha del mar.

 

Señor, se dirige al Capitán, No hay velas que levar, sin viento desde el anochecer, ¿que ha de pasar?

Usted, ocúpese del café y luego de la limpieza de la cámara, que del viento…, sabrá la Dama que los sopla, con gracia henchir nuestras velas.

Dicho esto, el grumete tocando el ala del sombrero, acepta con el saludo lo dicho por el capitán y se retira del puente.

Mi cada vez mas bella dama de los vientos. Los años van pasando, como los interminables ocasos de este mar quieto, de aguas vítreas.

Estoy aferrado a las cuerdas saladas de mar, en mi nave, esperando el gesto esperanzado de un grupo de gaviotas , señalando el camino al puerto.

Espero, sabedor de la gloria de cada regreso, que usted sabrá soplar mis velas, que añoran la belleza de su amor.

El Capitán, para sus adentros,con estas palabras, reclama a la Dama de los vientos los aires faltantes

desde la medianoche. En su rostro, los ojos angustiados dicen de la dificultad.

Por el este, en el horizonte naranja las nubes crecen con rapidez, llegando las primeras ráfagas de aire, que sacuden con estrépito la arboladura quieta.

Rápidamente, la tripulación asoma para sentir ese aire nuevo, como niños suben a soltar velas con gritos del contramaestre que ordena sin cesar. En pocos instantes, la nave renacida a plena vela avanza por el mar de jade, dejando una estela de blancas espumas.

Los marineros, cantan en coro una vieja canción que habla del puerto y mujeres que los esperan enamoradas, mientras lavan la cubierta con frenesí.

El grumete, sube nuevamente al puente, con café nuevo y humeante, notando la emoción en los ojos del Capitán.

Señor, ¿cómo es que La dama, nuevamente se ha manifestado en nuestra nave?.

Hijo…, los años te llevarán a la sabiduría y sabrás que las damas enamoradas, nunca abandonan a quienes las invocan.

Llevo una vida y no hay mujer, que haya encontrado, capaz de llevar mi corazón como ella lleva a estas velas henchidas, por la mar.