kavanarudén

Sentir, respirar, contemplar y fluir.


Sentado a borde de mis pensamientos, me deleito.


Bebo gota a gota la nostalgia en una copa de tinto, oscuro como mí misma sangre, mientras mi mirada se pierde al horizonte.


Dulce quietud que siento, arrullada por las notas de una melodía de Einaudi, mi autor favorito.


Se acerca el fin de año, momento propicio para hacer un balance.


Mi corazón se altera al evocar ciertas circunstancias, mientras mis manos se hielan, sujetando la frágil copa de cristal.


Acaricio mi barba y un profundo suspiro se me escapa.


Cierro mis ojos y me entrego a la melodía que siento. Penetra dentro mis entrañas dejando un dulce escalofrío, mientras millones de mariposas revolotean en mi estómago.


Los lagos profundos de mis ojos oscuros se desbordan. Silencioso llanto que mi sentir embarga, mientras degusto mi soledad, sorbo a sorbo.


La nostalgia me besa tierna y apasionadamente, no me puedo resistir y me abandono a su pasional juego. Es agridulce su sabor. Se mezcla con el salitre de mis lágrimas.


Sentir, solo sentir. Tener la sensibilidad a flor de piel hasta ser capaz de sentir el tiempo en su destilar lento. Puedo escuchar el gotear de los segundos y el chasquido las horas, toc, toc, toc, splash.


Respirar, solo respirar. Dejar fluir lo que se siento, sin una pizca de lamento ni resentimiento.


Eterno misterio el vivir, ese poder descubrir con alegría o dolor, lo que sos. Hacer como los árboles en el otoño, despojarte de todas tus hojas, quedar completamente desnudo y vulnerable, aguantar orgulloso el frío intenso del invierno, con sus crudas heladas, para después renacer lento. Hasta cubrirte por entero de nuevo follaje frondoso.


Sentir, respirar, contemplar y fluir......