Atedita

Entre el sueño y el silencio

Son las 3 de la mañana y aún siento tu mirada en mi rostro,
suave, dulce y serena, pero que puede desnudar el alma en un segundo;
han pasado ya 8 días desde tu adiós,
y aún punza en mis manos el crimen mortal de tu despedida.


¿Qué pecado estoy pagando con tu mortal ausencia?
¿En qué momento convertiste mi monstruosidad en la dulce espera de tu voz, tu ternura y calidez?
¿Cuándo anhelarte se volvió mi cruel penitencia?


Eres ese viento huracanado que arrebata mi tranquilidad,
tranquilidad inerte, siempre segura, donde resguardaba mi más ténue armadura;
armadura hecha de pólvora que estalló al primer toque de tus besos,
besos que son mi tortuoso suplicio a esto que hoy te tengo.


Pero, porque te tengo y porque no,
porque te deseo y espero,
porque te sueño y te veo,
porque te siento muy dentro,
por eso me lanzo al vacío diciéndote un te quiero.