Olivera Dayana

El dragón no nos molesta.

Éramos dos afortunados,

con la viva inexperiencia.

Tan ajenos y drogados,

por el flan de la apetencia.

No sé si diciembre o mayo,

no soy de naturalezas.

Sé que desperté a tu lado,

y fue todo primavera.

No sé si hicimos dos años,

los calendarios me aterran.

Sé que el tiempo no fue aliado,

de los caprichos que incendian.

Fue un placer morder el lazo,

de tu humeante ratonera.

Y más placer fue acabarlo,

cuando murió la ceguera.

Nunca diré que te extraño,

aunque de todas las perlas.

Fue tu brillo descarado,

quien sirvió de centinela.

No sé si buenos o malos,

fuera siempre de etiquetas.

Nos vivimos, nos matamos.

Nadie se llevó la pena.

Porque de ser los más pavos,

crecimos con ligereza,

y al crecer se fue menguando,

el éxtasis de simpleza.

Te confieso que aquel barco,

con brújulas polvorientas,

aunque allí nos desplomamos,

no hay bahía más inmensa.

En aquel cuento encantado,

el dragón fue la conciencia

y hoy que el fuego es más prestado,

el dragón no se molesta.