Amaro Gargoyle

NoseologĂ­a

No sé si tienes la tonta manía, como yo, de buscarte.

No sé si tienes la tonta cobardía, como yo, de no hablarte.

No sé si tienes la tonta esperanza, como yo, de que hayas sido cierta; tan cierta como los viajes a la luna, los jardines colgantes o tu afirmación de que me quisiste.

No sé si tienes la tonta costumbre, como yo, de observar nuestras conversaciones con la esperanza en las ojeras de que haya algo que no se leyó, que se dejó de lado, como si los ojos de los enamorados tuvieran la posibilidad de pasar por alto esas quimeras.

 

No sé si tienes, como yo, la escaza valentía faltante para confrontar que fuimos un sueño.

No sé si tienes, como yo, la memoria floral para recordar el olor de tus piernas en el sofá.

No sé si tienes, como yo, o si te hace falta, como a mí.

No sé si tienes, como yo, el hábito de no estar, aunque ayer vi que aparecías.

 

No sé. Estoy seguro de que no sé, pero cuánto quisiera saber:

Si engordaste. Si ahora estás más ciega. Si se han seguido viendo.

Si sigues comiendo poco, trasnochando tanto, si sigue ahí tu meridiana indiferencia.

Si quisieras volver a verme.

Si queda algo de mi fragancia en aquella camisa.

Si has vuelto a caminar las calles en que fuiste cierta; tan dolorosamente cierta.

Si todavía dueles como doliste. Si en navidad volverán las conversaciones que fueron.

 

Nada sé de tus escasos labios rojos.

Nada sé de tus pezones rosados y pequeños.

Nada sé de tu piel blanquísima blanca.

Nada sé. Nada de tus pueriles jadeos, ni de tus ojos mirando tan cerca, ni de tus dedos tiznados de herrero.

 

No sé ni qué hago escribiendo esto.

No sé si tienes la tonta sospecha, como yo, de que es porque te quiero.

No sé si tienes, como yo, tu nombre pegado en la nostalgia.

Si soy tu fantasma.

Nada sé. Nada de eso.