Samuel Santana

Te recuerdo madre

 

Mi anciana madre,

tan dulce y tierna como el pétalo

de una flor, trabajaba y cuidaba

su familia al compás del reloj,

sin descanso y sin queja.

 

Por la mañana cantaba mientras

miraba la aurora y cuando

alimentaba las gallinas,

atenta siempre al mundo

de nuestra esperanza.

 

Aunque en su rostro estaba el

agudo sufrimiento,

la angustia y muchas noches

de desvelo, sus  pies forjaron

con valor artesano el sendero

de la felicidad.

 

Cuando sacudía el trigo,

agotada de sudor, pensaba en

las flores sin agua y en el polvo

intruso de las ventanas.

 

Pero la fragilidad de mi existencia

se sostuvo anclada en la

inconmovible firmeza de sus ojos.

Así fue siempre hasta el último día.