Franz Talithier

Ombligos del vasto mundo (1492)

Ombligos del vasto mundo (1492)

 

 

 

América mía, puede caer la noche y yo decirte

que has resistido más que mis ojos intentando contemplar

la angustia de los horizontes.

Tu rostro de barro recrudece entre los perfumes

de un mártir inglés, forjándote a ser la extranjera.

 

Yo soy aquel que evoca en

la presencia de los muertos, entre

los vivos un trovador enmudecido.

Yo soy aquel que sufre tu existencia de eterna

oxidada, y que si no fueras una realidad

solo verías la cara de la medalla de

las guerras que nunca han sido ganadas.

 

De fugitiva pecaste al ocultarte

entre las esquirlas,

al tacto de tus hijos que murieron por la

sed de los esclavos resurgiendo

con su lengua latina.

 

Cuando mi sureña sepa

gatear, librará sus batallas en ultramar tedioso, y

fogosa de corazón libertino hará de perderse

en lo negro de nuestras velas.

 

Y las banderas innúmeras se pierden

bajo el pecho de quien ha sabido defenderlas.

 

En tu nacimiento se te ha atorado en la garganta

un colono que ha reclamado tu patria silenciada, y

es así que te han extirpado los órganos del

potosí,

los rasgos de un indio

fugitivo,

la sangre evaporada de los valles.

 

Sé que te vas a romper el alma e implorar

que llueven cruces para estas cadenas.

 

Recoge, con tus altos ojos de las sierras,

esta mirada que recuerda la sangre

esa jaula con la que dormimos la noche,

esos héroes con los que vivimos el día.

 

Tu presencia, podre de furiosos soles,

solo escucha el puro oído de míticas

campanas al compás de la muerte, que

los besos de la pólvora se

encargaron de hacerla mártir.

 

Oh, eres tú la extranjera ahora!

Declárate prohibida, que

quiero tenerte aquí como una luna

horadando el agua, danzando en la cofradía

de los charcos.

 

Y cuando el habla me haya extraviado,

yo habré entonado los versos dulces de estos días,

diciéndole al viento al cantar

que hoy serás una boca entreabierta

y el sueño de una américa libre entre lágrimas.