Te esperé con el corazón en la mano
 toda la tarde, amor, sin sospechar
 las hidras venenosas por despertar
 en el interior de este cuerpo helado.
 Deshojé mil margaritas en vos pensando:
 algunas dijeron que sí, pero no viniste;
 otras clamaron \"no\" y no apareciste.
 Aquella tarde murió viva, desesperando...
 Selecta memoria aún la conserva:
 fatal recuerdo de una ausencia
 que a ningún órgano mío preserva;
 y que difuminada en mi propia minerva
 hoy, se agita por dentro ¡oh inclemencia!
 su lacerante figura: mi ruin reserva.