Flor Erendira

Usted dirá, usted dirá.

Esta es la historia de un hombre que como todos se enamoró de una bella mujer, sin importarle que era una mujer incompleta pues un amor pasado el corazón le había robado, una noche la mujer cansada de tener el pecho vacío pensó robarle el corazón pero mientras lo tenía en sus manos tuvo compasión así que solo tomo la mitad y se fugó, él al amanecer se tocó el pecho y se escuchaba hueco, miro su habitación y se encontraba vacía, tan vacío por dentro y por fuera, que aquel robusto hombre con la fuerza de un roble se tiró y lloro, y así anduvo por la vida incompleto, tan incompleto que nunca fue capaz de ganarle a la soledad, conoció muchas mujeres más, entre ellas  Daniela, aquella pueblerina de cabellos azabaches y sonrisa encantadora, ojos miel de mirada más dulce que cualquier terrón, una tarde mientras platicaba con ella  de la nada lo interrumpió y dijo…

-Te amo, pero estoy tan empecinada con mi soledad…

-Si lo que quieres es andar de empecinada –le interrumpió- pues empecínese conmigo mire que soy más persistente que esa fulana

-Pero la llevo tan dentro, me revienta y me sana la piel, ha vivido tanto conmigo que no se alejarme de ella, en compañía siempre no sé que hacer

-Pues si le revienta, yo la sano y si persiste la dejo un rato y cuando quiera volver a penetrar vengo y la saco

-Pero es que me he encariñado

-¿Conmigo?

-Con ella…

-Sáquela de su vida mujer, déjeme ese espacio poseer

-Pero es que es tanto no se si usted podrá, así tan incompleto como esta…

-Yo me pongo la armadura, peleo contra ella y  cual jardinero me pongo y riego todo lo seco que dejo su presencia, no necesito estar completo, necesito que usted quiera

-Tengo miedo y si luego flaquea se va, esta tan incompleto que no se si pueda y ella aprovecha y  regresa

-No me iré jamás

-Mejor me quedo con ella, ya la conozco no me puede lastimar más

Resignado el hombre dijo –Usted dirá- Y se fue para nunca regresar.

 

Aquel hombre se fue por la vereda y por el mar sin  nunca conocer la compañía de la soledad, pues en cada puerto y cada ciudad de una mujer él se abría de acompañar, cargando siempre con la maldición de preguntar ¿Seré yo o la soledad? Y recibir por respuesta “mejor me quedo con ella” suspirando caminaba un paso atrás y mientras se retiraba decía “Usted dirá, usted dirá” , nunca comprendió el miedo de las personas de salir de esa zona de confort que les transmitía la soledad una vez que se acostumbraban a ella, nunca comprendió por que las personas después de un fracaso en el amor no se atrevían a arriesgar una vez más, si él incompleto tenia tantas ansias de amar, nadie le dijo que los demás no tenían nada más que el miedo de sufrir una vez más.

 

Flor Hdez. México.