santos castro checa

EL ROSAL DE LA DONCELLA

EL ROSAL DE LA DONCELLA

El citadino amante
¡conquistador! Coronó al monte y besó
la fragante y tersa rosa, ¡sin dueño y sin tiempo
amó a la rosa,
palpitó en su aliento!
Húmeda e imberbe, ansiosa rosa,
¡la noche despierta a los pillos inermes!
Y bebió de su erial, sin mancha, el licor,
de su pétalo en flor, de su cúpula virgen,
¡deliró hasta el alba!
Al brindis y jaculatorias, pernoctó en sus espinas
y la noche, que simula celestina, liberó sus duendes
y la luna sonrió y se cubrió de hojas caídas,
con orgasmos locos
y de quimeras en los vientos.
Se tocó al cielo,
¡hasta la gloria, con ángeles sin gloria…!
No hubo bataholas
ni faroles indiscretos,
solo afanes y sosiegos…
Les dijeron que pecaron y ¿pecaron?
Eran euforia, ¡amaron!
Olvidaron sus infiernos,
sus desdichas,
sus desvelos.
Los frutos prohibidos amaron las tormentas,
los pétalos agitados exhalaron mil suspiros,
la divina gloria se rompía,
el camino húmedo y tibio estaba listo
y la rosa se estremecía,
¡el rosal ardiente y desvirgado
abrasó, del amante, el erecto prohibido!

Santos Castro Checa

23-10-16

 

Derechos reservados