A. Martinez

Eres alta.

Sé que vendrás, cuando la luz

que se derrama desde el vaso del día,

va humedeciendo mis ojos,

abriéndome las manos

para sujetar tu tallo silencioso.

 

Se suspende tu edad,

quedándose en el aire la primavera

ilimitada y pura,

madurándose en las rosas,

que visten de rojos tus imágenes.

 

Bajo las márgenes  del pensamiento,

se deslizan los instantes,

que se instalan sobre el pecho,

esperando absortos el concierto

de dulzuras crecidas.

 

Y eres alta, y soy un fuego con hambre;

por nuestra sangre arborecida,

circulan leyendas marineras

de una canción gigante,

de olas, de cuerpos, de playas, de un amor.