Franz Talithier

El caminante llora al fin

El caminante llora al fin

 

 

 

 

Ahogado en cólera veo la mañana como el sendero que me impide

seguir, loco como luz de vela que han querido derretir.

 

Parezco fallecer entre la ánima que me quita las entrañas,

en mi peor sueño de la mejor pesadilla.

 

Mis sueños, como cicatrices en el rostro te persiguen

en aquella arboleda en que te elevas cuando bostezo las tardes.

 

Me desgarré las pieles entre la tenue niebla

y viajé como un iluso encontrándote como un faro.

 

Desperté (como me gustó caer en ese abismo y

envolverte en la realidad miserable, pequeña nocturna).

 

Oh camino errante! Errante victoria!

Yo no moriré más que ni en más habrá vida.

 

Tumbada has parido en la lluvia de mis ojos,

me has hecho nacer al matarme entre caricias.

 

Es en ti los atardeceres arcaicos, las mañanas de las rosas,

las noches de los novios.

 

La bruma ha caído, y recostada en mis brazos de a poco la seduje.

Oh bestia fulminante! Recostada está tu carga!

 

El caminante llora al fin, desolado con un verso:

Alma mía, mía alma, áurea sin valor.

 

Impávida fue mi lectura, hacía tus versos yo me opuse. Furia despechada

te sentiste, y solo es mentira en mi boca que hoy se muestra rota.

 

Y los blancos lazos levitan sobre mi calma, se alzan

como dioses en un adiós repentino, en mi dulce muerte.

 

El caminante llora al fin, bastardo de la vida misma,

con las palabras anidadas en los ojos de tanto hablar en silencio.

 

Mujer, ya tanto hemos caminado sobre esta tierra antes

(y tanto nadado por estas aguas,

y tanto hemos muerto por este aire)

aprendamos a volar y a preguntarnos como es la vida sin estos versos.