Andres Cordoba

Retrato de musa de amor y dolor

De trigales es tu rostro;

tus ojos, de tierras fértiles

bajo un cïelo de otoño

cerrado y de vientos leves.

En el alma mía engendra

tu mirada balcones

de rosales y claveles

que la hacen sentir hermosa

pero mientras, las espinas,

detrás del olor la hieren.

Jardines de Babilonia

cuelgan en tu fino rostro;

¡ay, cuajados de flores de 

pasión están los parterres

entre los que flotan dulces,

como armonías de lira,

zumbidos de cien abejas

que elaborando están sus mïeles!

Siendo contrarïa tu figura

a la del león de Nemea,

cómo püedes rendir

a tus pïes mis ejércitos

como la inocente Europa

ante el toro inmaculado

y desafiar mis murallas

con tu mirada profunda

y sencilla que dispara

flechas de diamantes y oro

con la destreza de Diana,

y haces que las corintïas

columnas de mi Templo se 

estremezcan y se quiebren

huyendo la devoción 

entre las mártires grietas.

¿Cómo siendo tu nobleza

y sensibilidad tan

obvias, que podría Paris

la manzana de oro darte

entre Diosas poderosas

puedes dejarme entre llamas

como Nerón dejó a Roma,

en una eterna agonía

como el triste Prometeo

y no dejarme venirme

abajo en forma de cenizas?

Quisiera que mi mirada

pastorease en tus tierras

fértiles, y cual espejo

de los rojos arreboles

sembrar entre tus trigales

amapolas de pasión,

y que de entre tus estrechos

parterres Aüra haga correr

leves y cálidas brisas

que a mi alma calen y exalten.

Es arte tu ligereza;

musa de amor y dolor eres,

persona de fe sencilla

que a tu merced mi amor tienes.