Alberto Corral

El enamorado cobarde

Malgastaba con su recuerdo cada hora,

evocándola desde acantilados de carne

donde naufragaba la certeza de sus besos.

Soñaba el luto estrecho de sombra

de cinco dedos arando en su pelo; soñaba

la asimetría del deseo sobre su cuerpo,

pesado escombro de tiempo perdido.

Soñaba, con ella, futuros y caminos.

Una noche se atrevió a amarla y dijo:

\"Tu piel y tu corazón anhelo.\"

Pero estaba sólo;

para sus palabras, una almohada

que en tinieblas la simula.

Ella camina ante sus ojos, a diario,

convirtiéndose en el Todo a medida que pasa,

y el arpegio de sus pasos le resuena

muchas horas más tarde en la memoria.

Una mañana se atrevió a amarla y dijo:

\"Si caminaras mi rumbo, si lo caminaras...\"

Pero estaba sólo;

para sus palabras, una puerta cerrada

y el charco de su ausencia tras su sombra.