Enrique Dintrans A.

LA TÚNICA


Ella cubre, protectora
la precaria condición de nuestra piel
y casi sin saberlo
ha aprendido de nuestros secretos.

Tiene algo de flor y de armadura
y por sus fieles hilos que la aconsejan
ella florece como el viento
de un navío aventurero.

La he visto resistir
el ojo sádico del fuego inquisidor
mientras rodeaba un espíritu
con sus invisibles pliegos.

Una vez,
cuando acunaba a un anciano moribundo,
los pájaros se asomaron
por la ventana del silencio.

Hermosa y celestial,
así la vi,
atada y desatada
en sus tiernos hilos.


E.D.A