kavanarudén

Nostalgia de un escritor

 

Llueve.

Observo las gotas de agua que se deslizan por mi ventana.

Lentas van dejando una imperceptible estela.

El viento se cuela dejando escuchar su ulular peculiar.

Los días grises del otoño calan profundo dentro de mi alma.

La temperatura comienza a bajar, dando paso al frío que entra dentro de mis huesos.

La humedad se deja sentir. Puedo percibir su mano gélida que me acaricia.

Las notas tristes de una melodía de Ludovico Einaudi “Dietro casa” (detrás de casa), tratan de llenar la soledad que siento.

Mi mirada se pierde entre las nubes grises, mientras mi mente se zambulle en el mar profundo de mis recuerdos….

 

Vienen a mi mente las palabras del salmo 136:

“¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera!

Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha;

que se me pegue la lengua al paladar, si no me acuerdo de ti,

si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías”

 

Duele estar lejos de la tierra que te vio nacer.
Lastima la distancia que te separa de tus seres queridos; de tus amigos de la infancia y de la adolescencia; de tus hermanos y de la familia.

Los aires decembrinos, que poco a poco se acercan, me hacen sentir nostálgico. Agradezco la tierra que ahora me cobija, ser malagradecido no es lo que me caracteriza. Permítanme vivir el dolor, mi dolor.

Extraño el Orinoco con su caudal inmenso. Aquella tupida y exótica fauna, junto con su fauna particular.

Las tardes deltanas, donde el sol jugaba con varias tonalidades de naranjas y rojizos; mientras se escuchaba el canto del araguato, despidiendo al astro rey y dándole la bienvenida a la misteriosa noche. Las manadas de guacamayos que surcan los cielos buscando sus nidos.

Añoro la brisa a la orilla del río y contemplar el sigiloso pasar del mismo. Cauteloso va a su encuentro con su eterno amigo el Atlántico.

Las noches plagadas de estrellas, cuando la hermosa luna brillaba por su ausencia, daba la impresión de que se podían coger una a una, si extendías tus manos.

Los hermosos amaneceres que daban la bienvenida al nuevo día. Signo de esperanza.

Rememoro las calles de mi pueblo, sus casas de techos rojos, el Araguaney abundante en la plaza y esa espontaneidad de su gente. El saludo pronto, la disposición sincera, la solidaridad en todo momento…

Mi Delta querido, no te he extrañado tanto como en este momento. Dios bendiga a esta martirizada tierra por la inconciencia de sus gobernantes. Solo espero que toda esta situación de dolor y muerte, sea el alba de un nuevo amanecer.

“¡Cómo cantar un cántico autóctono en tierra extranjera!”

Si me olvido de ti, tierra amada, que desaparezcan de mi mente todos los recuerdos y me pierda en medio de la nada….