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La biblioteca.

Veo infinitos mundos,
en este extenso paraíso,
repleto de personas
qué viven en el olvido,
repletas de pequeños
fragmentos de polvo
que cubren su paraíso.

Cada esquina de este laberinto
me lleva a un nuevo mundo,
universo o lugar de existencia
repleto de historias nuevas,
listas para dar a conocerlas
desde lo efímero de sus letras.

Cada pared está repleta
de eso tan hermoso
que llamamos libros,
conservados por el tiempo
para ser entregado
a las manos de un humano,
que requiera el sentimiento,
que ese rectángulo
tiene guardado en sus adentros,
con su mensaje en prosa y verso
con la necesidad de volar por el viento.

Oler este rincón laberintico
del universo es cautivador,
se me olvida la noción del tiempo,
lo único que siento es el amor,
a todo esto que hay en mí alrededor.
Libros, libros con sus textos bellos,
encuadernados en miles de colores,
listos para darme nuevos amores.

Perdurable se vuelven los mensajes
efímera o eternamente entre las mentes,
corazones y vivientes, después de ser leídos
con cautele, entusiasmo y pasión.
Cada palabra es contada en una tertulia,
al final del pasillo de este laberinto,
entre algunos amigos o con uno mismo,
es el punto de ese bendito libro,
causar controversia o abrir puertas,
en lo negro del universo,
para ver la luz más clara,
o ver al igual más negro.

 Biblioteca repleta de guerras,
escritos, poesías, enciclopedias,
cargadas de contenido
para salir del olvido.
Volar a lo sublime del vivir,
conocer la simpleza
del yo plural.