orlando balbas

CAPARAZĂ“N

 

Asomo mis formas, tiemblo de frío

vivo anónimo en el nácar

de un caparazón agigantado

sigiloso y lento.

Ya no llegan los martirios y el sufrir.

Adherido a las mutantes paredes de agua

me sumerjo en las cintas  plateadas,

que raudas como saetas inalcanzables,

desplazan en cauce avasallante,  

hasta rozar  las algas en la orilla,

donde las corrientes y el oleaje pugnan

para llegar primero al descanso.