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La vida se va y no me espera

Y me da más miedo cada día,
ver cómo se me pasa la vida,
cómo se me escurren por las manos los segundos;
los minutos vuelan,
las horas se van,
los días no regresan,
los meses se marchitan,
y los años me pesan ya.

Ahora, tan sólo me queda verlos pasar por la ventana,
sentada siempre en la misma silla,
me pasan de largo,
no me esperan.
La emoción se ha ido con ellos,
al igual que mis ganas de seguir y de sonreír.

Es tan irreal,
tan plástico
y banal;
todo se resume en dinero,
licor y buenas fotos, carentes de sentido.
Tan sólo imágenes superfluas,
que reflejan el vacío
y la poca capacidad humana; 
vale más lo que se muestra 
que lo que se tiene.

Y yo, pobre estúpida,
tengo tanto que dar,
tanto que decir
tanto que expresar;
pero, tan poco que mostrar.

Por eso es que estoy anclada a esta silla,
encerrada en esta jaula,
atrapada en esta vida;
Ajena al exterior,
viendo, simplemente, como se me pasa la vida,
una vida que no me pertecene,
con sentimientos que no son de ésta época,
viendo con ojos que no son de mi propiedad;
y no puedo hacer nada para detenerla.

Vivo como si no viviera, 
como si doliera respirar,
riendo y sufriendo con la misma intensidad,
de la misma manera,
en silencio y soledad.
Por eso, sólo veo, desde lejos,
a esos pequeños niños jugando en el jardín,
riendo y corriendo como yo solía hacer