Manugongue

Romance de la noche-madrugada

 

 Las noches eran de hielo,

de hielo las madrugadas.

Un soplo frío de invierno

el sentimiento anegaba.

Ni tangos ni bulerías

ni vinos de la comarca,

logran templar el bordón

que llevamos en el alma.

De improviso un torbellino

de ternura y esperanza

irrumpe, arrasa y destruye

en la noche-madrugada.

En el erial de los sueños

nueva savia se derrama

y el singular torbellino

muestra su embrujo y su gracia.

Ya la mañana se acerca,

se aleja la madrugada

con sus aromas y hechizos,

con sus amores y magias.

De la dulce ensoñación 

brota una tristeza vaga

y dos lágrimas se pierden

con la caricia del alba.

¡Ay niña, niña, chiquita!

¡Pequeña de fuego y brasa!

¡Qué frías eran las noches!...

¡Qué calor la madrugada!

 

 

                                   Manuel González Guerrero