Polvo en un nada que es todo

Dejame Adorarte

Si Dios fuese algo más que un concepto

se hubiera enamorado al moldear tu sexo,

tu sexo con fragancia de múltiples jardines

y el sabor inefable de todos los manjares.

 

Afortunadamente, Dios no existe,

y así tu sexo, libre de los divinos lazos,

deriva hacia mis ansias de centauro

en busca del proscenio voluptuoso

donde danza mi lengua desbocada.

 

Cáliz de amor es tu sexo

en mis labios de amante depravado,

ánfora de néctar donde bebe

y se embriaga mi vida litigante,

garito donde apuesto decidido

los restos viriles de mi falo,

demonio de la guarda, 

anhelante y voraz como un incendio;

tu sexo que enajena mi cerebro

y la sangre azarosa de mis venas.

 

Tu sexo sensitivo y suave, vecino

de tu estrecho canal complementario,

cataclismo de mares interiores,

continente por mí recuperado,

embarcación sobre la cual navego

sin querer atracar en otros puertos.

 

Tu sexo tierno y coqueto, rebelde

y desafiante como cualquier anarquista,

pasadizo secreto donde atizo

la incesante fogata de mis besos.

 

Déjalo llegar hasta mí para adorarlo

en el altar mayor de tu pubis atezado,

para estudiarle sus puntos cardinales,

saciarme en sus fuentes escondidas

y hundirle todo mi deseo