Norberto p.p.

Te conocĂ­ ayer.

Te conocí en las caballerizas,
después te vi en un confesionario;
al tercer día te regalé una rosa.
La cuarta vez luchabas conmigo a espadas, 
no querías rendirte y terminé besándote.

 

Te dije mi nombre y te nombrabas Elena.
Monté mi caballo para llegar a tus puertas
y te invité a bailar.
Sin conocerte mucho, conocí a tu padre, 
tu madre había muerto años atrás.

 

Admirabas tanto mi presencia
y me extrañabas en la ausencia.
No sabías quién era yo y, lo mejor…
yo no sabía quién eras tú.

 

Consentimos que pasara el tiempo.
Que el otoño falleciera.
Que las golondrinas cantaran.
Que el sol se levantara otra vez.
Que las estrellas brillaran inmenso 
y que florecieras más. 
Mientras yo me hacía viejo
y el viento volaba tus cabellos: 
¡Tus ojos vieron tus deseos 
y mis ramas abrazaron tu cuerpo!