Le Bastard

Pequeña muerte.

Quiero visitarte,

visitar tu boca con mi dedo

dibujar tu ansiedad en su borde

volverla el descanso de mis palabras

masticadas y mudas con un beso.

 

Quiero servirte un bocado,

un bocado de ruidos muertos,

bocados de fruta y vino,

un bocado de caníbales besos

con sabor a piel y vino.

 

Que ganas de sujetarte firme

firme a mi cama y navegar

en tu mar de galaxias,

en el oleaje de tus piernas

abrazando mi impaciencia.

 

Que ganas de lamerte,

lamer tu aliento,

sorber tu deseo

desde mi distancia

en tus adentros.

 

Sintonizarte en AM y PM,

lamer el remolino de tu aureola por el día,

 y ver entrar en frecuencia tu lengua

sobre tus labios húmedos esperando 

mi beso que soberbio demoro por la tarde.

 

Qué ganas de ti,

que ganas de besarte de verdad,

besarte en tus labios

olvidándome por un instante

de tu boca, mi pecado favorito.

 

Quiero dejar teñida tu cadera 

de un carmesí violento

con mi tacto inocuo, firme,

sediento como náufrago

 por el océano de tu geografía.

 

 Muero de ganas por respirar tus ojos

enclaustrados, perdidos en ti

respirar tu aliento y servirme con

alevosía un festín tras tu oído

sabor a sal y olor a tus flores.

 

Aferrarme y asir tu cuello,

decomisar por un instante

ese aire sordo que nos rodea

cortándolo con las navajas de

palabras en el borde de tu oreja

 

Que ganas de engendrar una canción

entre el sudor de  plata de tu espalda

y mi pecho de cobre turbulento,

una canción con tu voz de humo

socavada que no precisa decir palabras.

 

Que ganas de morir,

vivir esa pequeña muerte

elegida con soberana libertad

muerta, muerto, pero tibiamente

e inequívocamente más vivos.

 

Que ganas visitarte

visitar tu boca con mi dedo

dibujar nuestra ansiedad en su borde

volverla el descanso de nuestras palabras

que son masticadas con nuestro beso.

 

Qué ganas de servirnos un bocado,

un bocado de ruidos muertos

bocados de vino y cansancio

un bocado de tiernos besos

con sabor a el tiempo que erigimos.