ivoascurra

Liquidez

En qué lugar, Señor, dejé caer

mi asombro,

el puente que juraba era mío

        -acercándome a las cosas-,

la voz hidratada de dudas,

el pañuelo que lamía mi frente pegajosa.


A dónde fueron a parar mis insomnios,

sus duras horas,

su recompensa inoxidable;

a dónde, Señor mío, todos los silencios

          -frascos muertos del Tiempo-,

los espejos hambrientos cansados de verme,

los perfumes que supe olvidar.


Cuál latitud recibió mis plegarias,

la enorme fantasía de una mente alada

           -mi ficción de polvo y cenizas-,

mi temor por lo finito,

mi amor hacia lo eterno.


Una última boca para seguir diciendo

que nunca es tarde para preguntar,

para preguntar, Señor tuyo,

bajo qué arena

sopla todo el tesoro de lo que fue.