Hay silencios que se conjugan en la nada,
que acompañan o se marchan solos,
y se sienten a veces por las tardes;
quizá nunca se fueron,
pero regresan
a bordo de naves de porcelana,
cargadas de esmeraldas vacías.
Hay silencios sigilosos, escondidos
tras las gotas ciegas de los aguaceros,
testigos mudos de verdades o mentiras
que llenan cántaros de esperanza
y se derraman como dados torcidos,
jugando los destinos de una vida.
Hay silencios sin forma ni mundo,
como piedras lanzadas al vacío,
alojados en las sienes del tiempo
o dormidos en los nichos del bullicio.
Hay silencios sin bases ni pedernales,
incomprensibles, sin rostro ni idioma;
silencios que se dicen con el silencio,
silencios que hieren, silencios que duelen.