Mario González

amor diario

Me gusta el cálido saludo del sol, con sus pétalos de rosas amarillas. 

en el horizonte, mi amada callada y silenciosa,

pero sus ojos me llaman e invitan a capturar sus besos de leche,

dejando que el viento nos hable.

Juntos nos invita a fugarnos del sofocante día embozándonos en las oscuras noches,

pero esas noches contigo son las más claras e iluminadas,

porque son guiadas por tu alma de fuego,

llena de candidez.

 Me gusta el amor del sol al despedirse en el perfecto horizonte,

con sus opacos y tranquilos rayos como mil aleteos de picaflor;

que los ves pero no los sientes.

De pronto allí veo en la arena a mi mayor idilio,

que sonriente me seduce hasta desatar mi locura en la paz del cielo;

con su pelo castaño desatado, como una cascada fina y ruidosa;

su nubosa piel tan delicada como lechosa;

y sus ojos, que la misma paz reina allí.

Ella en su mayor frenesí me susurra a través de la brisa que bese esos rojos labios carnosos, 

tocar sus muslos grandes, pero tan delicados como una primorosa princesa.

Me gusta la clara luna, que como madre ilumina el camino al heredero perdido.

Luna con tu hermosura claridad blanca  que alguna vez un hombre conquistó;

así es mi amada, pero su conquista es mi osadía.

Alzando mí vista veo allí en lo alto a mi amor,

parada en el balcón irónico, mirándome con gran pasión,

con su cuerpo de mil corolas denudas.

En su pelo reina fragante una trenza que en mi mente con gran sumisión desato,

con sus labios silenciosos me llama a ser uno en nuestro amor.

Lentamente sus manos sudadas me jalan el pelo con fuerza y nuestros cuerpos sedientos hacen juntos esta poesía.