María B Núñez

Aquí el tamaño si importa...

 

Aquí el tamaño si importa…

 

Aunque soy una mujer petite, confieso que me gustan las carteras o bolsos grandes, porque pienso que en el tema de las carteras, y aunque digan lo contrario, el tamaño si importa.

 

Reconozco tener varias carteras, pero siempre hay una que es como los zapatos, mientras más viejos más cómodos. Si una cartera me gusta mucho, la hago combinar con todo mi vestuario aunque eso no sea del todo cierto.

 

¿Cómo se puede andar tranquila con una diminuta cartera, donde no quepa lo necesario para sobrevivir en una guerra? Lo primero que no puede faltar en mi cartera es un limón, un pedazo de jengibre (por si acaso naúseas, mareos, tos etc.), chicles aunque no los use, tylenol (por si acaso un dolor de cabeza inesperado), una botella de agua, el celular, una crema todo uso, loción antibacterial, el monedero, clonapin (por si acaso un ataque de pánico) un inhalador para el asma, una libreta pequeña, bolígrafos, marcadores, una mini sombrilla, un peine que nunca uso, un bolsito con maquillaje, que no sé para que, porque ni el labial uso y no sigo enumerando cosas porque me pueden decir maniática y eso no es cierto, solo soy una mujer precavida, según dice mi signo del zodiaco.

 

Sé cuando ya es tiempo de hacerle auditoria a mi cartera, porque al querer sacar el monedero, salen en tropel otros objetos que gritan ¡Auxilio! Queremos salir de aquí.

 

Ha llegado el momento de enfrentarme sin protección a la jaula de los leones, después de encomendarme a San Judas Tadeo, el santo patrón de causas y cosas perdidas. Abrí el cierre, suspiré y de un solo golpe vacié el contenido sobre mi cama.

 

Aún me asombro de la cascada de objetos que pueden cohabitar allí, miro alrededor con los ojos bien abiertos, por si acaso no esté algún testigo oculto, observando aquel marasmo de cosas vertidas de un espacio no mayor de 20x20 ctms.

 

Respiro profundo y antes de comenzar la difícil tarea, me cuestiono todo, ¿qué caramba hago con seis relojes aquí? ¡ah, aquí está el recibo del impuesto que tanto busqué, ¡ un limón que en un tiempo fue verde o quizás amarillo, y ahora, ¿cuántos antibióticos podrán fabricarse con el moho verdoso que lo recubre?

 

Tiré a la basura algunos clips, un bolígrafo con la tinta seca, cuatro papelitos doblados que me dio cosa descubrir que eran, una caja de chicles aplastada y pegajosa, el botar esas cosas me hacía sentir que drenaba energías, era el equivalente a caminar a paso rápido una hora.

 

Pero aún no termino, todavía me falta revisar el bolsillo lateral secreto. Llené mis pulmones de aire y me dispuse a ver que encontraría en ese minúsculo espacio. Decidida introduje la mano y ¡Oh, sorpresa! saqué un billete de cincuenta dólares que había dado por perdido. Segura estoy que utilizaré este dinero para comprarme otra cartera más.

 

Les juro que ese mismo día y por enésima vez he dicho: No voy a usar más carteras grandes para no tener que cargar tanto peso de gratis. Pero como siempre pasa, las palabras se las lleva el viento y todo se queda en promesas imposibles de cumplir.

María B Núñez

Dic. 25 /2011