Norberto p.p.

Quiero decirte.

Habiendo expoliado al tiempo un tris mientras le daba cuerda a mi reloj, he dilucidado en nuestras vidas. Hogaño no me siento afligido ni alborozado, hoy quisiese que sintieses que te quiero. Quizá quererte ahora, sea para ti una duda, tal vez querrías que hubiera llegado antes a tu vida. Espero sea para bien, amarte, como siempre inconscientemente has querido. Invariablemente ya te amaba en la nada y cuando mis ojos te vieron por primera vez, se apoderó de mí un capricho de borrar el vestigio de tus labios de los que fueron en un momento tu liceo. Esa vez dejaste de ser mi amor ideal para ser la mujer que más amara con un vicio tremendo desde la materia hasta el espíritu. Y hasta hoy no he dejado de sentir esa sensación.

En la pena de no verte, y con más amor del que engendraste en primavera, este estío estará destinado a ti en cuerpo y alma, de inquietud y días de inspiración hasta debajo de mi cabecera. Has despertado desde aquella vez a mis más de mil leviatanes enamorados, ahora pueblas mi mente y obras mis pensamientos que no son más que la mixtura de tu silencio y modestia como alpiste y linaza y la esperanza de un mundo completo a tu lado.