Sergio Jacobo "el poeta irreverente"

LA HISTORIA DE TRAVIESO

                                                                         “un cuento corto que  trata la

                                                                         Historia de un gato  ‘siamés’”

                                                                                  

Era extraña la tarde, mientras el agua corría de aquel río, se formaban nubes negras se avecinaba un aguacero.   Se veían cortinas de agua al otro lado de la acera y,  (sucede este fenómeno de que en la misma colle llueve sólo de un lado y del otro no) entre mi calle y la contigua estaba un gato me parecía fino seguro que era siamés;  no pude evitar la carcajada –jajajaja-  jugaba mojándose la cara  a veces se veía molesto y peleaba con ella  (en su dorso y la cola ni una gota le caía)

 

Me aproxime sigiloso para no espantarlo, él ni por enterado. Y por las circunstancias  le llamé “travieso”; pero tenía que atraparlo primero, entre paso y paso hacía un alto pero,  él seguía entretenido aderezado con las bobas gotas de lluvia que caían en su rostro que a la vez con la luz de aquella tarde su carita y bigote iluminaban.

 

De una zancada logré pescarlo de la cola, -a dónde vas-  le dije con voz dócil pero él se defendió y me puso un zarpazo…. Miauuuuuuuuuu.  Aún así no lo solté sin embargo mi dedo pulgar sangraba. Traté de calmarlo  acariciándole suave con la mano izquierda el lomo. Siguió  la lucha y repitió la acción; ahora sí no pude evitar gritar ¡hay cabrón…!  Me  sentí lastimado moralmente porque fue en el mismo dedo. Entonces usé la fuerza, le sujeté las patas y el hocico, asimismo me dirigí a mi casa que estaba en la otra acera que por lo visto sufría sequía en esa tarde.

 

Así empezó la amistad entre este pequeño micifuz  y su servidor;  les confieso que  he tenido muchas mascotas para no sentirme tan  solo ya que no es bueno;   entre ellos han sido de la raza canina pocos felinos… entre los pocos éste que palabra que me ha costado trabajo convencerlo, ¡sí…!  Ya lo sé hay que untarles manteca en el hocico,  según esto. He de decirles que muchos no volvieron  ¿y saben por qué? Me resultaron novieros, las gatas como los asediaban.

 

Yo recuerdo, cuando fui joven  también  era bien ga… eeeee, no  disculpen eso no tiene nada que ver con mi cuento,  este corto cuento de mi pequeño travieso y yo.  Volviendo les decía entramos a casa, cerré la puerta de un  portazo (zassss) Nunca lo hubiera hecho se espantó tanto que se me soltó como pudo y al brincar se prendió de una de las cortinas de la sala, -mi favorita- que haces carajo baja de ahí, -exaltado le reprendí-

 

Se me prendió el foco, me encaminé a la cocina  (que ustedes comprenderán que estaba hecha un desmadre, de un hombre soltero que esperaban) busque un traste, un tanto complicado pero lo encontré,  asimismo abrí el refrigerador y dio la casualidad que sí había leche la cual calenté  previamente en la estufa por escasos minutos sólo para templarla la cuál serví en aquel traste que encontré.

Ven Travieso le dije, él al ver la leche corrió –seguramente que aún su nombre no se aprendía pero  tenía hambre de eso no me cabe la menor duda-  mientras   se acababa con desesperación ese líquido blanco llamado leche yo, me apresuré y le preparé una camita con una caja y una cobija en la cocina.

 

Me le quedé viendo  con la cara de idiota que hace uno  para hacer sonreír a un bebe;  entonces explayé más tranquilo aunque un poco inquieto por mi cortina desgarrada,

                   -mira travieso (señalándole la caja) esa va hacer tu camita

                              cuando termines de comer te vas  a recostar ahí-

 

Parece la mera verdad, creo que me entendió, así lo hizo camino con una hueva y se recostó entonces;  subí a mi recámara prendí la tele en el canal cuatro, para ver algún churro de película mexicana pero… me ganó el sueño.  Pero el tiempo era malo, las nubes negras ya cubrían toda la colonia  ya no caían sólo gotas de agua si no granizo,  se oía como golpeaban en las ventanas. De súbito un méndigo  trueno  exalto a Travieso que subió las escaleras para buscarme.  Ya para entonces  estaba yo, en el quinto sueño.

 

Se metió entre las cobijas y se acomodó entre mis piernas, ustedes saben que uno dormido ni se entera de nada.  No  pude evitarlo se me salió un aire  que hasta la cobija se elevó;  como sería de fuerte que el pobre corrió y se acostó cerca del buró,  inclusive desperté  creí que había sedo un retumbo.  Pero es fin con el tiempo  poco a poco me encariñé con él. Pasaron meses y fue creciendo y con él sus travesuras, había veces que hasta sin comer me dejaba.

 

Pero un día dejé la ventana de mi habitación abierta  él estaba recostado en el tálamo en eso se paró un pájaro exactamente en el borde  de la ventana ,  ¡claro…! Era de esperarse  él se puso en posición de ataque; posiblemente fue mi culpa, salía del baño cuando vi la acción entonces grite de improviso  ¡no…travieso déjalo! El pájaro voló, a su vez el corrió y se abalanzó  al vacío,   no pude evitar la caída de Travieso. Son dos pisos, es cierto ellos tienen agilidad pero cuando hay de donde detenerse, de mi ventana para abajo no hay nada sólo un inverneradero de la vecina que le encanta cultivar flores con muchas espinas (de todos tamaños)

 

Cuando bajé era tarde. Que les puedo decir, la voz se me quiebra al recordarlo, su muerte fue instantánea  ¡yo fui el culpable…yo!  ¡Yo  lo maté!  Por eso quise brindarle con este corto cuento un homenaje.  Una espina se le clavó en la garganta no había nada que hacer.

 

Esta es la pequeña y la única historia de…¡Travieso!