Nicolás Rangel.

Terapia entre letras.

 

 

 

 

 

-“Elije tres poemas

y por favor léelos para mí.”-

 

Llegué aquí

aproximadamente hace un mes,

por recomendación de un amigo,

de esos que llegan por casualidad

en ciertos días de melancolía,

a llenar nuevamente tu vaso con licor

cuando todo lo has perdido.

 

Imagino,

que mi historia habrá conmovido sus recuerdos

así que,

en una tarjeta de presentación arrugada,

escribió esta dirección.

 

Quizá por asesinar el tiempo,

ese que se escapa

cada que respiro

o tal vez,

por que en verdad lo necesito,

estoy aquí.

 

Aquella mujer

de mirada profunda

me pide leer

los pliegues

de mi propia alma.

 

Sin duda, alguien le ha hablado de mí,

de algún verso le soy conocido.

 

Me pide tres poemas,

sin saber que para mí,

son filosos recuerdos

que prometí

hace tiempo

no volver a nombrar,

ni siquiera con el gris de mis metáforas.

 

Toma sus notas

sin quitar sus ojos de mi boca

y yo

muy dentro de mi

me enredo en sus tobillos.

 

No tengo nada

y me avergüenzo.

 

Mi lengua se hace piedra

y mi voz se traga un eco.

 

No entiendo

por qué relacionan la poesía

con este bulto errante.

 

Poesía eran sus ojos,

poesía era su sonrisa,

poesía era su vida

junto a la mía.

 

Poesía si la pienso,

poesía si la miro,

poesía si la vivo.

 

Y aunque no percibo

el encanto en mi boca,

aquella mujer extraña

consume su bolígrafo

con cada movimiento de mis labios.

 

Poesía

que no se materializa,

ni siquiera me roza.

 

Hay preguntas

e infinitas respuestas.

 

Y un diagnostico

nada acertado

que rechaza mi locura

y me pone en el mismo costal

que a todos los demás.

 

Le mostré tu foto

y solamente sonrió.

 

“-Usted tiene miedo

de aquellas galaxias

que tiene esa mujer en la cara,

usted vive,

cada que escribe sobre ella,

y le aseguro,

muere si pasa un día

y no lo hace.

 

No puedo ayudarlo a olvidar,

sería como entregarle un cuchillo

para mutilar sus manos.

 

Sería como prenderle fuego

a sus sueños.

 

Acabar con todo esto,

no me lo perdonaría

la vida.

 

Esto es usted

y no necesita superar a nadie

eso ya lo ha hecho.

 

No deje de ser feliz

viviendo miles de historias

usted y su papel,

su bolígrafo y su piel.

 

Nunca deje de hacer esto-”

 

Besó mi frente,

como nunca,

y salió de aquella habitación

dejando un par de clavos más

al borde de mi corazón.

 

Llevo veinte minutos

sin dar un solo paso,

estoy esperando que regrese,

ella,

que hizo esto.

 

La estoy esperando

para contarle

que no hay tres poemas,

pero está este

que es para ella.

 

Y saldré

con mi sonrisa

agarrada a sus palabras

a buscar

aquel lugar solitario

en compañía de mi libreta

para pedir un licor doble

y seguir viviendo,

así,

como ella me lo ha pedido.

 

 

 

©NicolásRangel/Reservados todos los derechos. Septiembre, 2016.