Tu llegaste a mi vida de improviso
cuando todo parece ya perdido,
cuando pienso que es vano el paraíso
que nos trae un amor de fe prendido.
Y llegaste con dulce y gran sonrisa
como fresca caricia del invierno,
y sentí de tu aliento suave brisa
que despide el suspiro de lo eterno.
Con mirada tranquila y transparente
como rayo de sol en la sabana,
en el alma sembraste la simiente
que retoña con dicha soberana.
Con tu voz, que parece la armonía
que las musas sacaban de su lira,
has llenado mi entorno de alegría
y mi pecho de amor por ti respira.
Siempre encuentro en tus manos tan sedosas
esa tierna caricia sanadora,
que cobija con nubes vaporosas
que me brindan el aura soñadora.
Eres verso jamás imaginado,
eres rima que nunca concebía,
eres canto bendito y consagrado
que ilumina mi amada poesía.
Yo presiento tan cerca mi partida
mas tu nombre lo llevo en mi memoria,
y tu imagen, de luz por siempre henchida,
ha de ser en mi tumba grande gloria.
Cuando exhale mis últimos suspiros
y tus sientas un soplo por tu cuello
son mis besos prendidos cual zafiros
que te ofrecen el último destello.
Y si el tiempo veloz ha transcurrido
y tu añoras mi voz y mi presencia,
siempre escucha del viento su quejido
que es el alma que gime por tu ausencia,
Autor: Aníbal Rodríguez.