En el campanario de la iglesia
aletea una dócil paloma blanca
lleva canticos divinos
que el querubin le sopló al oído.
Ahí a hecho su nido
con aroma de olivo
va y viene por los caminos
trayendo ramas y hojas verdozas.
También se posa en la flor
bañada de brisa y rocío
y en sus alas blancas y sedosas
se guarda el aroma de rosas.
Se columpia en el grácil viento
hasta llegar a la fuente semejante al mármol
girando graciosa y elegante
una danza celestial.
En el campanario de la iglesia nació inquieta
y se viste de gala los domingos
peinando su plumaje aterciopelado
en delicadas caricias.
Revoloteando armoniosa va por los ventanales
si te mira te canta y se queda en tu hombro
como algo que Dios envio para cuidarse
o eleva su vuelo muy alto en el cielo
una paloma que ama lo natural del paisaje.
Rosa Maria Reeder
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