En el corto acto que fue su amor quedó algo sin entender, se dio cuenta cuando a punto de olvidar sus ojos quedaron contenidos en los de él, en aquel espacio reducido que guardan las miradas quedaba algo aun sin disfrutar, ¡muy tarde!, estaba en la antesala del adiós, en ese punto el retorno es algo imposible, se dieron la mano fríamente con el protocolo de la madurez, mientras salía por aquella acera supo que no volvería y que esas flores descoloridas de la entrada jamás sobrevivirían sin ella, en el umbral de la puerta él la veía alejarse, sabía que esta vez no correría tras ella y que esa figura endeble que se pierde no se asomaría más por la ventana.
Ella se detuvo al llegar a la calle y se volteó, él sintió el bajonazo de presión que le causaba siempre la tensión del preámbulo que hace antes de hablar, la tensión de ese silencio breve más que de sus palabras y se aferró al marco de la puerta sin que ella notara su debilidad…
-ponles agua, no dejes que se mueran-
-lo hare-
Algo entre sus ojos sigue sin explicación, ¡lo saben!, baja la cabeza y se marcha, él suelta su cuerpo y la respiración en la exhalación típica de cuando uno se resigna.
Es tan breve la oportunidad del amor y el destino nos hace muecas tratando de romper los cuadrados, pero la gente rebota entre esquinas tomando sensatas decisiones.