A. Martinez

Eras tu.

Ahora lo sé, eras tú la razón

dentro del brillo de aquella gota de rocío,

y aquel hilo de miel que se me enredo en los labios,

entregando hasta su último aliento de dulzura,

haciéndome pensar en la abeja y la flor,

en el campo verde y en el rio diáfano.

 

Eras tú en los ojos de la desconocida que pasaba,

o en la forma de aquella nube que semejaba unos labios,

persiguiendo al viento para besarle;

el olor de la tierra húmeda después de la tormenta,

y los pedacitos de agua que colgaban en el tiempo,

partiendo el sol en colores para crear un fantástico arcoíris.

 

Siempre fuiste tú, allí, disfrazada de princesa en cada cuento,

la nota Si en las canciones que escuchaba,

las olas que venían a abrazarme en aquella playa

llenas de caracolas que ya sabían tu nombre,

y tu nombre sonaba como el mar,

extenso, profundo, azul, lleno de vida.

 

Como no soñar entonces con un amor hermoso,

puro como diez playas de arenas blancas,

intenso y fuerte como el vientre del país donde naciste,

cálido como la cocina donde tu abuelita te enseñaba el fuego,

fértil como  el vientre de las uvas,

como no amarte entonces si siempre fuiste tu.