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Vlad (DrĂ¡cula)

La neblina se avecina
En señal de su venida,
Terribles sensaciones
Produce su llegada.

En el bosque una llama
De los campesinos
Que juntos se preparan
A estar en su presencia.

Saben de su crueldad,
De sus habilidades
Maléficas al matar,
Con fina maldad.

Afilan sus armas,
Tan rudimentarias,
Cubiertas de plata
Y agua bendita.

La luna en menguante
Se ve gigante.
El frío fulminante
Aumenta el sigilo.

Nadie se lo espera,
Solo juntos rezan
Para tratar de vivir
Después de esta pelea.

Los más ancianos
Cuentan a los niños,
De aquel que empala
A niños y madres
Por gusto y placer.
Cuentas los mitos
De sus finos colmillos,
Que absorben la sangre
Del ser elegido.

Aumenta la tensión
En la arboleada,
Las hojas rujen
Ante la inevitable
Lluvia de sangre
Que les depara.

Es un ritual antiguo,
El enfrentar al enemigo,
No importa el destino,
Si viven o mueren
O  se convierten
En un cómplice más
Del ejercito de la muerte.

Se escucha el viento,
Como aumenta el silencio,
Es un contraste
Demasiado espeluznante.
Las nubes cubren la luna,
Y la llama se extingue,
Un lobo aúlla,
-¡Ya se aproxima!
Grita el valiente,
Todos nerviosos
Preparan sus filos
también antiguos
Para luchar sin piedad.

La neblina se intensifica.
Corren los animales pavorosos
Lejos del demonio,
Que a paso intenso
Se acerca a sus presas
Listo y hambriento,
Para clavar sus herramientas
Color marfil
Acompañados de sus labios
Carmesí deseoso.

Él no espera,
Solo llega,
De uno por uno
Se los lleva,
Al viaje sin regreso
De ser un no muerto,
O de terminar en el infierno.
No hay mayor crueldad
Qué la de este individuo,
Sacia su sed de sangre
Sin dejar a ningún presente
Vivo con su liquido vital
Que circule lentamente.

Algunos vuelven transformados
Preparados para seguirlo,
En la odisea de matar
Para en las noches cenar.

Así la vida de esos campesinos,
Que se atreven a enfrentar
Al gran señor Vlad.
Hoy deambulan en las noches
Evitando a las bellas mañanas
Para no perecer y polvo ser.