Hoy converso con el silencio.
Aguarda sentado, mirándome
fijamente a los ojos
mientras observa como
poco a poco me marchito
y lee mis versos que son como
un río que no desemboca
nunca,
que fluye y no fluye
entre palabras donde
ahora vive yerta mi alma,
que vaga desesperadamente
en tierras desiertas
donde no crecen las flores
y donde el verde se viste
de una triste escala de gris
ascendente.
Nuestro mirar se enfunda
en una senda donde
mi llanto no emerge
entre las lágrimas
sino en la culpa que en forma
de poesía demuestro.
Dejé que mi historia
la gobernara la cobardía
que ahora se ríe en un sonoro
alborozo,
que en mi corazón retumba,
cada vez que ve la sangre
de este papel
sobre el que se escriben
mis lamentos.
El silencio aguarda y escucha
mis calladas quejas.
Mis ojos son el reflejo
de un mar enfurecido
que en las olas se lleva
el último barco
con un navegante dentro,
que velaba las cartas de un amor
escondido,
sentido en lo más profundo
de mi pecho.
Hoy converso con el silencio
en un monólogo de mi pesar,
donde ni él ni yo
decimos nada.