Monroy Gemio Pedro

GIRANDO EN EL VACÍO


Elsa desayuna sonriente una taza de azahar,
se cubre suavemente bajo una blusa de lino azucarada
y clava las esquirlas de sus lucida miradas
tras el paño que cela un lienzo que termino de pintar.
Lo palpa con las pupilas encharcadas de océano,
como una vida aun húmeda,
palpitando en el interior del óleo recién bautizado.
Se asoma despacio, arrastrando brisa de amapolas mojadas, desde su boca.
Samuel recorta sangrantes aceras de madrugada.
Su voz, desgarrada por el polvo y el humo,
crepita en cada esquina de lluvia y soles de neón.
Arrastra sus pies de ceniza por escalones de club y viejos bares.

Mientras avanzaba, como los segundos rotundos de un reloj cuco al borde de cada hora, por el andén,
Elsa recuerda que olvido tender la ropa y dar de comer a sus gatos…
se sienta despacio, con la elegancia de un cisne blanco abriendo mares
y su pálido rostro se pierde entre la muchedumbre,
confuso e inconfundible.
Evitando cualquier caricia ajena sobre sus ojos
Y haciendo converger, el azul de todos los cielos, en aquel vagón.
Dejando barro seco y niebla, tras sus zapatos trajinados de asfalto y noche,
Samuel tropieza envejecido, precipitado (y de vuelta)
entre los cuerpos que resurgen, vírgenes cada mañana (de ida).
Consigue abordar un asiento somnoliento
y esconde el billete “del viaje”, tras la foto -de su cartera-
del más pequeño de sus hijos.
Mientras apoya su cabeza contra la ventana,
intenta encontrar las palabras que con olor a Dyc y Ducados,
le ayuden hacerse hueco, como un felpudo sucio y propio, en el hogar.
Su cabello grasiento y castaño, queda trazado y húmedo
- por el vaho de centenares de vidas respirando -
en el gélido cristal.
Cada planeta girando, esconde una galaxia de vidas, en torno a el.
El amante que duerme bajo sabanas ajenas, la madre que mira insistente el reloj,
los gatos esperando su comida, Elsa, Samuel…
Se cierran las puertas, pesadas como losas
y firmes como el mordisco de la muerte.
Ahora, cada planeta, a solas, comienza a girar sobre su propio eje,
como el sol ardiente, apunto de estallar.
(tres, dos, uno…)
¡Estruendo de acero y almas desquebrajadas!
Cada respiración, en Madrid, encierra un muerto.
Ciento noventa y dos planetas estallan, dejando
Ciento noventa y dos galaxias en ruinas… y todo el universo herido.

 

AUTORA - MERCHE MONROY FERNANDEZ