Por las comisuras de tu boca se escapa la castidad
que fundió tu mano
al marcar mis trópicos.
Te deslizas entre mis valles con los astros encendidos,
y me disuelvo
en la punta de tu lengua
como un comprimido ansioso por despertar tus catástrofes.
Avivas el fogón
con mis ramas secas
y escondes bajo mi tierra
tu cerbatana ofídica
que no sabe de paz.
Embebes en tinta tu pelo
y paseas sobre mí creando maleza
que
intentaré en vano
arrancar con los dientes
cuando la soledad me ponga de rodillas frente a tu vanidad.
Anegaste el bosque,
lo convertiste en pantano.
Trenzaste las nubes para despejar mi sur
e izar tu bandera.
Mi amor, son mis aguas
pero tuya es la marea.
Y vuelves
sin paracaídas a mí
por la pendiente más empinada
hasta las depresiones de Venus.
Tu eclipse concupiscente inmoviliza mi badén lúbrico
tallado por espadas impúdicas.
Tomas de rehén al pudor
mientras tu barbarie trepa por mis muslos
y mi resistencia se desvanece a su paso.
Besas la hibris
y tus ojos libidinosos brillan
al ver
mi imperio
cayendo
por tus dedos.