Gerardo Barbera

TODO DA IGUAL

      ¡\"Felices ustedes porque ahora tienen hambre, porque serán satisfechos\"! Así empezó la clase de aquel profesor. Es cierto, eran clases de Filosofía. Está bien, está bien, eran clases que recibí en mi época de seminarista. Y yo las creí. ¡Ser pobre! Era toda una felicidad. Despertaba a eso de las seis, oraciones de laúdes, misa en comunidad, el Señor Dios estaba ahí con nosotros. Desayuno, pan, arepa, según el gusto personal; mantequilla fresca, queso blanco, queso amarillo; jugo de naranja, leche. Luego, íbamos a las clases, ahí cerca, a pocos metros del comedor. La temperatura siempre era de más o menos 16 ºC.  Al medio día nos tocaba el almuerzo,  pollo frito, al horno..., pasta o arroz, pan o arepa, ensaladas..., Después, deporte, fútbol, béisbol, ajedrez, según el clima, la temporada o los caprichos personales. Llegaba la hora de estudio personal, con todos los libros imaginados de filosofía cristiana, con personal de apoyo..., al atardecer rezo de vísperas..., cenar...orar...dormir... y luego los días se iban tras los rieles de la existencia, así, tan envueltos en esa capa de pobreza de las que nos hablaba el sacerdote, mi amigo el profesor. Aquí, todo es demasiado extraño, la señora, la que tiene el niño pegado a los pezones, ¡digo señora!, pero a lo sumo tendrá los veinte, tal vez menos. Ni ella ni el niño son felices; se nota que mueren lentamente de hambre. ¡Saben! El hambre tarda en matar, pero mata. Yo sé que ella no va a conseguir nada. ya queda muy poca leche en polvo, tal vez unos cincuenta potes, y ella está como de mil en la cola. ¡Dios, cómo llora ese niño! No pude soportar más, me da igual todo. Sí, sí..., al final le regalé el pote de leche que yo había comprado. Total, nada voy a arreglar con ese pote de leche, la próxima semana volveré a hacer la cola, me levantaré en la mañana, rezaré laúdes, tal vez desayune, tal vez no..., pero lo más seguro que habrá otra madre, otro niño llorando..., de pobreza o de felicidad...todo da igual.