Samuel Santana

Mi lucha

Yo traigo una palabra grande y

 completa contra el olvido.

Trazo trigales y estatuas de patriotas

 al tronco de los árboles de la plaza.

Y bajo las piedras consteladas

 puntualizo versos con olor a puertos

 y puntos de partidas.

Soy el canto de la noche estrellada

 contra aguas y arrecifes.

Si me ve cabizbajo, pienso en poesía.

Busco acordes entre el viento

 que viaja por lo íntimo de la tierra.

Luz y sombra que  van juntos.

Tu adiós de ayer,

pausado como giros de águilas,

 todavía no ha llegado hasta estos linderos.

Pisando la mojada arena,

miro entre nubes tu callado rostro.

En mis manos,

éstas que están llenas del aroma de tu piel,

 aprisiono cada uno de todos tus sueños.

Firme en este punto,

con manzanas alimento al viento y

 le doy mi ilusión,

esperando que a tus oídos entregue

 todos mis temores.

Una luciérnaga piratea tus huellas,

 ya cuando se aproxima el crepúsculo.

Yo conmino al trueno y al relámpago

 a disponer de sus modales de paz.

Sostenido en el color de una amapola

 he calmado la inmensa angustia del desprecio.

He sabido atar entre las patas

 de las nubes los mensajes desfallecientes.

Con un tintero repleto

sobre la mesa singular,

 hago guerra contra demonios

 fabuladores del amor integro.

A pesar de las nieblas,

 de las fronteras vacías y

 de los relicarios desarticulados,

 sigo fijo en tu mirada.

Sé que hay conspiraciones

para abortar los senderos

 que te traen hasta mí.

Pero he encriptado los códigos

 de los huracanes

 que aguardan los reparos

de tu entrada triunfal.

Prometo que abriré

con las manecillas del vacío

los intersticios secretos por donde

 entrará tu alma completa.

En una madrugada de rocío,

 repentinamente recibiré la noticia

 de una oración mensajera.

Entre cuadros repletos de alheñas,

ahí meteré los dolores de mi honda soledad.

Oigo un bramido de aguas:

 cerezos que abrieron sus puertas.

La claridad del cielo atravesó

las marismas de las nubes y

 llegó hasta mi Patria angustiada.

El ajenjo está a punto de secarse.

Las sombras negras de los buitres,

 tendidas en el suelo como

alfombras misteriosas,

fueron almacenadas para mezclarlas

 con los sonidos de la muerte furtiva.

Con la intrepidez del buscador

de oro en las piedras,

resguardo tu nombre para que siga

 vivo entre los rayos del amanecer.

Amor mío,

sueña tranquila que hay una tierra

 donde todo me lleva a ti.

Los ojos ciegos del destino

 brillaran un día cuando escuchen

el sonido mudo de tus suaves pasos

 entrando por lo ancho de mi bohemio corazón.

Mi espada es heroica y

sabrá hasta entonces vadear desilusiones e

 intentos fútiles por arrancarte

 del hondón de mi espera.