claudio munoz

Árbol erguido, árbol caído

¿Adonde irán a parar 

las hojas de este árbol frondoso ?

 

Cada hoja con formas y tonos tan distintos,

no parecen del mismo árbol.

 

Pareciera que la mañana nos quiso regalar

una penumbra, un destello, 

más no logro reconocer la raíz arbórea

en que la vida hace brotar lo humano. 

 

Quisiera por ahora colgarme a los silencios

silenciosos, para distanciarme de la bulla incesante

de las culpas, las acusaciones, los tribunales, 

esos sonidos estridentes que me acosan sin paraje

ni domicilio conocido. 

 

¡Ese terrible miedo a proceder del mismo árbol!

inunda los rostros de encendidos aires de rama, 

de pertenencia, de brazo, de expansión.

 

Y sospecho las texturas, los bordes y la madera, 

de lo leñoso del árbol erguido  

y de la leña del árbol caído.

 

¡Ese terrible miedo a proceder del mismo árbol!

llena las calles de insomnio, 

llena los paredes de calaveras,

y rellena las bocas de exultaciones embrionarias.

 

Las hojas se deshojan por los pasillos de la vida.

Los árboles enarbolan su señoría estacional.

 

De un árbol frondoso cuelgan los olvidos

emitidos, erguidos, atrevidos... caídos, 

sombríos, oídos y corroídos. Y removidos.

 

¿Adónde irán a parar esas hojas,

esos ojos, cuando la luz tiniebla 

entre en los huesos de cada una de las semillas

que hoy sonorizan su llanto?