Laura Bracho

Únicamente mía.

He sabido de amores insuficientes,
aquellos en donde la costumbre llega
sabiendo que son amantes inermes, débiles y endebles.


Sus dedos son caricias de humo
que se pierden en cuerpos desnudos,
vestidos de tristezas, de besos apagados,
de soledades que tienen un impacto certero
en el fondo del alma y que terminan por perecer.

Se les hace monótono observar sus rostros
y conocerlos a la perfección.
Saber, incluso, el número exacto de pecas que tienen
y qué mirada expresa cada deseo.

Se sientan horas y horas en un mueble lleno de polvo,
de sudores y de recuerdos; a soltar palabras mudas,
diciéndose quién sabe cuántos silencios.

Son cárceles que encierran las sombras de almas amargadas
que decidieron suicidarse antes que atenerse a lo que les venía.

Son albergues de traiciones
y de tradiciones.
Simplemente son amores
que se dejaron de amar.

He sabido de amores que se van destruyendo lentamente,
que son ausentes, que se roban la libertad
y se convierten en esclavos indigentes.

He sabido de amores que se roban el aire,
invaden espacios, se privan de sensaciones
y se condenan a odiarse.

He sabido de amores como el tuyo,
como el nuestro.

Me tomé la molestia de realizar toda esta introducción
para decirte y excusarme por prometer ser tu baluarte
y terminar olvidando y olvidándote.

Porque me fueron insuficientes tus caricias
y tus besos se me antojaron falsos y amargos.
Porque prefiero ser libre, sin ataduras,
verme volando por los aires,
¡que no me falte el aire!,
vestirme de los placeres que me brinda la vida y,
¿por qué no?, disfrutar del placer
que otros cuerpos redescubriéndose
me brinden también.

Decido claudicar de amores humillados
y humillantes como el tuyo.
Decido ser ama y señora de este empaque que tengo como cuerpo.
Decido dejar atrás tus dedos de humo,
tus palabras mudas, tus caricias desgarradoras
y tus falsos y amargos besos.
Decido ser una puta enamorada de la vida,
libre de preocupaciones, de esquemas y de estereotipos.

Empezaré a usar el labial más rojo que nunca tuve,
dejaré de arreglarme el pelo, escribiré sucias poesías
y me reiré como niña mientras juego con el viento
porque, después de tanto tiempo,
he decidido ser mía.
Únicamente mía.