Samuel Santana

El caminante de la tercera vigilia

Hora de saetas asesinas.

Hora de terror.

Desde profundos desiertos y

 pantanos avanzan pasos

 de hordas siniestras.

Lucifer,

¿por qué te empecinas en recorrer

 la tierra por su lado oscuro?

¿Qué misterio te impulsa?

Si  encontrarte conmigo buscas,

 te conmino a hacerlo sin aspavientos.

Detesto lo nauseabundo

 del azufre y toda parafernalia.

Conmigo abandona el antropomorfismo

 de cuernos, pezuñas, lánguidas manos,

figuración en cabra, ancianidad en rostro y

  atuendo de escandalizada escarlata.

¿Qué puedes con esto infundir a mi carne?

Tu poder se alimenta de humana debilidad.

Más yo he subyugado

 concupiscencias y carnalidad al espíritu

con regìa abstinencia a lo vil y bajo.

Te hago saber que abracè

invulnerabilidad contra ambicion a poder,

a tesoro y  tentaciones

 voluptuosas en alcobas secretas y perfumadas.

Incautos borrachines abandonan garitos y

 lupanares para deambular por calles

 solitarias como valle de  muerte.

Tropiezan con violadores de tumbas y

 adoradores de tinieblas y aquelarres.

En sus rostros,

el viento frio araña y arrastra el espanto.

Hay lamentos de perros distantes y

 miradas incandescentes tras rejas en nieblas.

Tiempo de angustia, pestilencia,

plagas, males, calamidad,

lanzas envenenadas, terremotos

 e incendio en míseras techumbres de obreros.

Aunque mortal,

vivo iluminado por verdades reveladas.

Espíritu del abismo,

 pasa de mí con tus incautos invasores.

 Estoy en defensa de castillo y

 de fuertes alas protectoras.