Y entro esa mañana por el ventanal
 pavonada de aquel cuarto vetusto y pequeño,
 un aire frio y húmedo que jamás había sentido
 presagio tal vez que más tarde volcar en un papel
 los sentimientos más tristes.
 De carne viva su alma, su espíritu y su cuerpo
 un dolor las palabras le hacían. 
 Muy crecido el cabello y la barba tenía y desemperezar y levantarse
 del lecho un gran esfuerzo le producía, se bañó y se vistió y ese
 presentimiento que llega, encrespo hasta las más pequeñas fibras nerviosas.
 Se acercó al abismo y al filo 
 trémulo de miedo, el viento húmedo soplaba
 y él ni un gesto ni un escalofrío.
 Era uno solo con el abismo
 las rocas, la tierra, el musgo, suyos eran,
 un largo rato quieto estuvo
 y el día era gris, gris como el ánimo que tuvo
 todo el día.
 Y otra vez ese viento frio y húmedo
 reacciono y miro a lontananza agacho la cabeza,
 su corazón palpitó con fuerza, cerró sus ojos,
 frunce el ceño, tensa el cuerpo, aprieta los puños,
 era el abismo y él, dio un respiro hondo y profundo,
se resignó y se alejó del abismo, de aquel abismo tortuoso y profundo